1.2.11

Repasemos: ese estúpido me había vendido el cuento de que no estaba listo para algo serio, y llegó el día en el que tuvimos serios desacuerdos en el rubro de la puntuación gramatical: él eligió el punto final, y yo me quedé estancada entre la coma y el signo de interrogación. Y sí, seguía enganchada. Pensaba en él las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y me preguntaba si él pensaba en mi, aunque más no fuesen 24 segundos de alguno de los 7 días de la semana. La respuesta seguramente era negativa; pero justo cuando pensaba que las condiciones no podían tornarse más apocalípticas, ¡se me cruzó el inadaptado! Mi corazón paró de latir por un segundo, y no me dio el cerebro para procesar la cantidad de imágenes sublimes que constituían el idilio de volver con él. Acto seguido un "Hola, ¿cómo andás?" me bajó de mi nube, y volví a estar cara a cara con la realidad.

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