Después de haber pasado horas y horas hablando, simplemente escuchándonos, debatiendo y pensando en conjunto, se hizo un silencio. Yo ya sabía lo que iba a decirme, lo anticipé, ya sabía que las había visto. En silencio acarició las marcas, sin mirarme. Y cuando me miró vi en sus ojos intriga y miedo de preguntar. Ninguno sabía cómo empezar esa conversación hasta que se animó: perdón que pregunte, si no querés hablarlo lo entiendo pero ¿por qué tenés estas marcas? Me quedé unos segundos en silencio, pensando bien qué palabras iba a usar y qué iba a decirle y qué no. Pero en sus ojos vi que de verdad estaba interesado en saber mi historia, entonces me solté y no paré. Conté todo lo que nunca había puesto en palabras, no me guardé nada, no me importó qué tan fuerte era todo lo que estaba contándole. Una vez que me quedé callada sin ni una palabra más para agregar, lo miré, y su mirada dijo mucho más que las cosas que de su boca salieron. "Nunca imaginé que una chica como vos... tan alegre, tan llena de vida, pudiera pasar todo eso. Gracias por animarte a contármelo". Y no se habló mucho más del tema, pero yo sabía que con lo hablado ya alcanzaba. Me di cuenta en ese mismo instante que él era mucho más de lo que yo había subestimado que era. Le agradecí por escucharme y me pidió que no volviera a hacerlo. Después de pasar la noche con él, no pude sacarlo de mi cabeza.
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