Estaba con una amiga en un boliche, cuando de repente ella se empezó a mensajear con él. Nos enteramos que estábamos en el mismo boliche y decidieron encontrarse en la barra. Dos años, incluso un poco más, que no nos veíamos. Nerviosa, me acerqué a la barra con mi amiga. Luego de que ellos se saludaron, nos miramos y nos abrazamos, y con una sincera sonrisa me dijo "tanto tiempo sin vernos, che". Entre tragos, charlas y lindas sonrisas, quedamos en vernos al día siguiente. A la tarde del otro día, nos encontramos cerca de su casa, nos saludamos con un fuerte abrazo y nos fuimos a sentar a un banquito en una plaza. Hablamos como si esos dos años que actuamos como si el otro no existiese no hubiesen pasado. Hablamos de todo lo que no supimos del otro en esos dos putos años. ¿Cómo habíamos dejado pasar tanto tiempo? Éramos increíbles juntos. En esos dos años, cada uno había pasado por diferentes relaciones, habíamos madurado y estabamos preparados para volver a intentar estar juntos. Fuimos a su casa y nos acostamos en su cama, abrazados, sin intención de que nada sexual pase, simplemente el hecho de estar abrazados, sabiendo que estábamos dispuestos a enfrentar lo que sea, nos hacía feliz. Me hacía feliz. Cerré los ojos. Feliz.
Abrí los ojos. Estaba sola. No estaba en su cuarto, estaba en el mio. Miré a mi alrededor desconcertada, hasta que me di cuenta que todo había sido un sueño. No era real que él había cambiado, que estaba dispuesto a estar conmigo pase lo que pase. No fueron reales los tragos que compartimos, ni las risas, ni los besos, ni la decisión de llevarnos el mundo por delante con tal de ser felices. Él debe seguir siendo el mismo, yo sigo hundida en la misma depresión de siempre. La felicidad fue sólo un sueño, nunca me había sentido tan feliz como en ese sueño desde hace dos años. Caí a la realidad, yo sigo siendo la misma enferma de siempre que, sin metáfora, se está muriendo de a poco.
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