Decidimos borrarlos. Nuestro dedo tiembla un segundo antes de apretar "borrar" para que desaparezca de nuestra agenda, de nuestra lista de contactos electrónicos, y nos proponemos tacharlo, además, de nuestra cabeza. Pero por desgracia, no es tan fácil.
Nos descubrimos buscando todas nuestras agendas viejas, para ver si en algún lado anotamos el número, y además en un iluminado santiamén, nos acordamos de su mail y lo agendamos denuevo. Esto nos pasa un par de veces, hasta que adoptamos una rutina: lo borramos por la mañana y lo reanotamos por la noche. Lo bueno de esta forma monotonía es que llega un momento en el que lo hacemos de forma automática, y no pensamos en él. Es más, nos ingeniamos para hacer todo tan cotidianamente y sin pensar que es la única forma que no aparezca hasta en la sopa.
BASTA
ResponderEliminar