21.9.14

Es ese momento en que te das cuenta que ya nada es igual, que nunca lo va a ser, y empezás a cuestionarte qué tanto eran las cosas como las creías y sentías. Caés en la cuenta, ya no hay nada más para hacer, todo lo que hiciste o pudiste haber hecho y no te animaste, fue en vano. Soportaste hasta lo más insoportable por tan solo un poco de cariño que, no solo no lo recibiste, sino que no serviría de nada recibirlo. Hiciste lo que tuviste a tu alcance para sobrellevar mejor las cosas (o lo que creías que era mejor). Y te das cuenta que con querer, esperar, incluso desear, no se hace nada. Es un nuevo despertar, un renacimiento, abrís los ojos por primera vez. Y lo único que queda es el retomar tu vida, redireccionarla, sacarle jugo a tus ambiciones y cambiar, para bien, para ser feliz, para dejar de vivir una situación que lo único que hace es lastimarte. Entonces, te planteás un borrón y cuenta nueva, reseteás el pasado y vivís sin mirar más atrás.

Así que, hoy me despido del dolor y saludo a mi nueva meta de ser feliz, de ser yo misma, de no ser más lo que él hizo de mí. Una nueva meta para vivir de verdad, el aquí y ahora. Hoy mi cuerpo y mente están acá, y nunca más van a estar allá.

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